Mandíbula atrófica
La mandíbula es el único hueso móvil de la cabeza. Tiene una consistencia más dura que el maxilar y ejerce un papel fundamental, ya que en ella se insertan los músculos de la masticación.
La falta de reposición de los dientes perdidos crea, al igual que en maxilar, una atrofia o disminución progresiva del hueso. A lo largo de la mandíbula discurre un nervio: el nervio dentario inferior. Este nervio recorre el hueso a ambos lados de la mandíbula, emergiendo por un agujero verticalmente a mitad del hueso, y horizontalmente situado entre el primer y el segundo premolares inferiores. En al trayecto intraóseo, el inerva los dientes, y al emerger, inerva el labio inferior.
Existe por lo tanto un agujero izquierdo y otro derecho. Entre ambos agujeros se sitúa el mentón. La zona del mentón se compone de un hueso duro, ya que esté expuesto a golpes y traumatismos (actúa como “parachoques” de la cara). Esta es una zona ideal para la colocación de implantes, ya que es difícil que se reabsorba, además de carecer de estructuras anatómicas que complican la colocación de implantes. Por lo tanto, cuando se pierden dientes anteroinferiores, es fácil su reposición.
En cambio, cuando se pierden molares el tratamiento requiere otro protocolo, ya que al colocar los implantes hay que tener cuidado de no tocar el nervio dentario inferior, que discurre justo por debajo de la zona en la que vamos a colocar los implantes. Sin embargo, es preciso encontrar al menos 8 mm de distancia entre el nervio dentario inferior y el borde superior del hueso.
Cuando las muelas se han perdido hace mucho tiempo y no se han repuesto, el hueso ha mermado tanto que la distancia del reborde al nervio es menor de 8 mm. Por lo tanto, para colocar implantes existen 3 posibles soluciones.